Abogado graduado y posgraduado en la UCV, profesor del Instituto de Altos Estudios Diplomáticos Pedro Gual, Kabchi arribó a Venezuela, como tantos otros, huyendo de la siempre riesgosa realidad de su natal Líbano. Al llegar a Maiquetía se encontró con un país que estaba derrocando a un dictador. Sí, casualmente, aterrizó en estos lares en enero de 1958, siendo apenas un adolescente. Ahora, 53 años después y con 70 de edad, vibra con otro pueblo en la calle y otro tirano que hace mutis.
Texto: Ciudad Caracas
—¿Lo que ocurre en Egipto se repetirá en otros países?
—Se habla de un efecto dominó. Se quiere hacer ver que es una moda: que tú lo hiciste, yo lo hago y el otro lo va a hacer. No, es algo que responde a causas objetivas en lo interno y en lo internacional. Una respuesta a gobiernos tiránicos, déspotas, que amañan elecciones, cercenan libertades, no permiten la disidencia. Y también a una política internacional sumisa a Washington, de Europa, de Tel Aviv y del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
—Mubarak y sus aliados han tenido tiempo de negociar. ¿Lograrán uno de esos cambios para que nada cambie, que tanto gustan a las fuerzas hegemónicas?
—No importa qué pase. Lo que ha sucedido hasta ahora, per se, es muy importante y cambiará la realidad geopolítica del Medio Oriente. Que millones de personas hayan roto el muro de miedo ante un Gobierno árabe afín a los intereses de Israel y Estados Unidos es ya un triunfo y una lección. Si se logra un Gobierno revolucionario, sería un triunfo total.
—Esto pudiera desembocar en una revolución islamista estilo iraní o en un Gobierno nacionalista laico, como fue el de Nasser en Egipto. Entre esas dos opciones hay diferencias sustanciales, en especial respecto a derechos humanos y libertades. ¿Es así?
—Todas las posibilidades están dadas. El abanico es amplísimo: puede surgir un Gobierno nacionalista, unionista, socialista árabe; o uno en el que la voz principal la tenga la hermandad musulmana; o puede haber un Gobierno ni revolucionario ni musulmán, pero lo cierto es que la era de (Anwar El) Sadat y Mubarak no regresará. Eso es lo más importante.
—Un Egipto con Gobierno islámico preocupa mucho a Occidente…
—Quienes están preocupados por el auge del islamismo son precisamente los que han combatido y, en muchos casos, derrocado a los gobiernos laicos en la región, como el de Nasser, el de Ahmed Ben Bella (en Argelia) y el del Partido Socialista Nacional Sirio y hasta el Gobierno socialista de la República Democrática Popular del Yemen. En todos esos países se han erigido luego gobiernos islamistas. Esos sedicentes preocupados lo que quieren es satanizar el movimiento y vaciarlo de su contenido social, económico y político, para decir que es un problema religioso.
—Tomando en cuenta la composición social y religiosa de Egipto, ¿es posible una revolución islamista?
—Por las políticas erradas sucesivas de Occidente en el Medio Oriente y por la imposición de gobiernos despóticos, si se realizaran hoy en día elecciones libérrimas en los países árabes y musulmanes, en todos y cada uno ganarían los islamistas. Y aclaro que no me refiero a talibanes, Al Qaeda o Bin Laden. Hay muchos matices en el islamismo político. Esto se probó en Argelia; en Palestina, con Hamas; en el sur del Líbano, con Hezbolá; y en Irak, donde después de una guerra criminal de siete años, todos los que ganaron las elecciones pertenecen a corrientes religiosas, bien chiitas o bien sunitas. Sin embargo, no debemos tener miedo en Occidente, y lo dice un cristiano, de que lleguen al poder gobiernos de corte musulmán. Ojalá todos los islamistas del mundo volvieran a la fuente originaria de esa religión, que es el amor, la libertad, la solidaridad, la tolerancia, la fe y, especialmente, una compenetración con el cristianismo y el judaísmo, porque el Islam las considera religiones de los libros sagrados. Sólo las películas de Hollywood y algunos interesados en Washington, Tel Aviv y Europa, quieren satanizar al Islam, salvo cuando viene asociado a los negocios y a los petrodólares.
—En principio, Mubarak intentó canalizar la presión dejando todo en manos de Omar Suleiman. ¿Es viable un cambio liderado por él?
—Washington y Tel Aviv lo obligaron a nombrar a Suleiman porque no estaban dispuestos a ningún cambio verdadero. En 30 años, Mubarak no tuvo un vicepresidente y ahora nombró el peor posible. Es un salto hacia atrás porque Suleiman ni siquiera es más de lo mismo, no es el mubarakismo sin Mubarak, sino algo peor. Es el político egipcio que más relaciones tiene con el Mossad israelí y con la CIA. Está totalmente ganado a la idea de que Egipto esté postrado ante la política norteamericana y en alianza en contra de las aspiraciones árabes. Por cierto, en todas las manifestaciones, el rechazo era doble: a Mubarak y a Suleiman.
—¿Es Mohamed el-Baradei una opción?
—Es una carta que el imperialismo guardaba por si no podía mantener a Mubarak en el poder. Le pusieron una etiqueta de oposición, pero es parte del estatus quo egipcio. Él no conoce la realidad de su país porque tiene 30 años fuera y abandonó la abogacía para convertirse en agente itinerante de EEUU y Europa, al servicio de sus peores intereses en la Agencia Internacional de Energía Atómica.
—Por analogía con Egipto, ¿cuál diría usted que será el siguiente país de todo ese bloque de naciones africanas y asiáticas árabes y musulmanas que entrará en crisis?
—De 22 países árabes, no se salvan más de cinco, y esos por razones internas, por el modo de ser de sus gobernantes. Pero en más de una docena y media de los países árabes, sus gobernantes están poniendo las barbas en remojo. En los próximos días la candela va a alcanzar a muchos de derecha y también a quienes presuntamente son de izquierda.
—¿Cómo juzga usted la forma en que los dirigentes y medios opositores venezolanos han analizado el caso egipcio?
—Un reflejo de la realidad de nuestra oposición: carecen de liderazgo y de proyecto patrio. Cualquier hecho lo toman como bandera. Si hay unas manifestaciones en Ucrania o unas revoluciones de colores o de flores no sé dónde, ellos dicen “debemos hacer lo mismo”. No quieren aceptar que entre Chávez y esos gobernantes no hay ninguna semejanza, ni en lo interno ni en lo internacional, ni en la personalidad. Es un insulto al intelecto del venezolano que la oposición compare a Chávez con Mubarak, con (el tunecino Zine el Abidine) Ben Alí, con (el yemení Alí Abdullah) Saleh o con (el sudanés Omar Hasan Ahmad al) Bashir. Ellos representan la tiranía, la opresión, la ausencia de libertades, el cercenamiento de derechos, la entrega al FMI, la sumisión absoluta a la política de EEUU, Europa e Israel. Chávez representa todo lo contrario, está diametralmente opuesto a esos gobernantes. Si queremos hacer un paralelismo, esos gobiernos se parecen a la oposición venezolana; y los movimientos que están en las calles derrocándolos, se parecen al movimiento que encabeza el presidente Chávez.
Traducir y vibrar
En el despacho de Raimundo Kabchi hay una especie de sombrerera. Pero de ella no cuelgan sombreros, sino credenciales: pequeños y grandes carnets que ha llevado en sus múltiples viajes con el presidente Hugo Chávez, en calidad de traductor del árabe y consejero de asuntos relacionados con los países que hablan ese idioma.
Abogado graduado y posgraduado en la Universidad Central de Venezuela, profesor del Instituto de Altos Estudios Diplomáticos Pedro Gual, Kabchi arribó a Venezuela, como tantos otros, huyendo de la siempre riesgosa realidad de su natal Líbano. Al llegar a Maiquetía se encontró con un país que estaba derrocando a un dictador. Sí, casualmente, aterrizó en estos lares en enero de 1958, siendo apenas un adolescente.
Ahora, 53 años después y con 70 de edad, vibra con otro pueblo en la calle y otro tirano que hace mutis. En su oficina privada de la avenida Urdaneta devora la información que le llega por canales de televisión del Medio Oriente y va traduciendo, para los allí presentes, los últimos acontecimientos de El Cairo.
Cordial y risueño, este cristiano maronita también vibra cuando habla del Presidente. “Un personaje de mucho poder, un príncipe, le dijo una vez, y a mí me tocó traducirlo: ‘Chávez, menos mal que usted no es árabe: si lo fuera y se postulara, nos ganaría a todos”.
CLODOVALDO HERNÁNDEZ/CIUDAD CCS
FOTO ENDER CURBELO/CIUDAD CCS
su tesis sobre chavez amalgama intereses personales y de seguridad personal propia,recuerde una cosa muy importante sea imparcial y analice
con verdad todo el entorno politico venezolano.