Este sábado Venezuela y el mundo conmemoran los 86 años de la partida física de la escritora Teresa de la Parra, considerada una de las intelectuales más destacadas del siglo XX en nuestro país.
Texto: Prensa MPPC
Hija de padres venezolanos residenciados en París, Ana Teresa Parra Sanojo nació el 5 de octubre de 1889 en la capital de Francia. Llegó a Venezuela cuando tenía apenas dos años de edad y su infancia transcurrió en una hacienda a las afueras de Caracas, hasta 1906, cuando, tras la muerte de su padre, su madre decide volver a Europa, con sus 6 hijos.
Cuatro años más tarde regresan a Venezuela, allí Parra entra en contacto con el ambiente de cafés y tardes de tertulias que se realizaban en los alrededores de la Plaza Bolívar de Caracas y ya para 1915 sus cuentos de corte fantásticos son publicados en revistas y publicaciones venezolanas como El Universal y la revista Lectura Semanal, bajo el seudónimo de Fru-Fru.
En 1920 publica en la revista Actualidades, dirigida por Rómulo Gallegos, su “Diario de una caraqueña por el Lejano Oriente” e inicia la escritura de su primera novela “Ifigenia”, publicada en 1924, la cual firma con el nombre de Teresa de la Parra. En esta obra Parra planteó por primera vez el drama que padecía la mujer frente a una sociedad que no le permitía tener voz propia.
Una vez más viaja a Europa y se establece en la ciudad suiza Vevey. Allí da comienzo a su segunda novela “Memorias de Mamá Blanca”, publicada en el año de 1929 y en la cual recrea la añoranza por sus recuerdos en Venezuela.
Ambas obras, “Ifigenia” y “Memorias de Mamá Blanca”, tuvieron una amplia difusión en Francia, España y Latinoamericana, convirtiéndose así en dos referentes ineludibles de la literatura venezolana, dentro y fuera de nuestras fronteras.
En 1930 regresa a Venezuela por muy corto tiempo, pues se enferma de tuberculosis por lo que se ve obligada a volver a España, donde es internada en un sanatorio en Madrid hasta el 23 de abril de 1936 cuando fallece.
Sus restos mortales fueron repatriados a la nación suramericana en el año 1974 y en 1989 fueron trasladados al Panteón Nacional.