El embajador de Venezuela en la Unesco, Jorge Valero, recordó esta semana a un venezolano ejemplar quien partió hacia la eternidad luego de dejar un gran legado como profesional de la Antropología para las venideras generaciones.
Por: Jorge Valero*
En estas horas infaustas, cuando las lágrimas se asoman en mis ojos, por el viaje hacia los territorios intangibles desde los cuales nunca regresamos, de ese grande y noble amigo Feijoo Colomine, pienso que en el universo no hay nada estable, nada dura; porque la vida es un concierto de mutaciones.
La muerte es una bestia que nos empuja, como Dante Alighieri profetiza en su Comedia, “…hacia la parte donde el sol se calla”. Pero la muerte también es resurrección donde se revela nuestro tránsito por este espacio terrestre donde se examinan nuestros actos.
Feijoo es un tipo humano poco común. Aquel que es capaz de atesorar en su saber anchos conocimientos de su tiempo histórico, y, al mismo tiempo, verterlos con sencillez monacal. Defendía con pasión sus convicciones revolucionarias, pero era, al mismo tiempo, tolerante y respetuoso con sus adversarios ideológicos.
Lo conocí desde tiempos en que éramos estudiantes universitarios. Él cursando antropología en la UCV, y yo historia en la ULA. Ya profesábamos el mismo ideario de redención social.
Feijoo mantuvo siempre con dignidad insobornable sus ideales socialistas. Su activismo le llevó a convertirse en un arquitecto de la propaganda socialista en su universidad, que irradiaba a los confines del país. Al obtener su título profesional, viajó, con sus sueños, a la ciudad de San Cristóbal donde se convirtió en Profesor del Núcleo de la ULA, donde coadyuvó—con otros académicos—a la creación del Instituto Universitario de Fronteras, dirigido por el eminente Raúl Laya. Y es que Feijoo se dedicó denodadamente a estudiar este tema y sus implicaciones geopolíticas, razón por la cual llegó a ser Viceministro de Fronteras, en tiempos en que Pompeyo Márquez, ostentaba la titularidad de ese ministerio.
Feijoo era el más prominente de los investigadores y estudiosos del tema fronterizo. Por eso fue Coordinador del Consejo Nacional de Fronteras de Venezuela.
Con este caro amigo, casi hermano, mantuve una muy estrecha relación durante toda nuestra existencia. Cuando supe de su enfermedad, conversé con él. Lo noté triste y abatido, lo cual impactó mi sensibilidad, pues siempre lo percibí como un ser que esgrimía la esperanza con espada de oro.
En estos momentos vienen a mi memoria numerosos eventos que compartimos, reivindicando siempre los ideales de la redención social, especialmente de los más vulnerables en nuestro suelo y allende los mares.
Estoy seguro que sus amigos entrañables, más bien sus hermanos, Francisco Simancas, Chayo González, Fernando Caro y María Elena Sanabria me acompañan en estos predicamentos. En el firmamento estrellado, lo esperan, para seguir sus pláticas, Alexis Urbina, Diomar Caminos y su hermano, “El Checo” Colomine.
Para sus hijos, su hermana Luisana y demás familiares, mis condolencias en esta triste hora.
*Embajador de Venezuela ante la UNESCO.