500 Latigazos, por Marco Sarmiento

Vienen llegando tres barcos negreros / hay un inmenso dolor en el mar / se oye el sonar de un tambor lastimero / y el fuerte látigo del mayoral. Así comienza el tema 500 Latigazos de Adelis Fréitez grabado con su agrupación Carota, Ñema y Tajá. El tema, publicado en el año 1992, aparece en el disco “A paso firme”, siendo una de las canciones que permiten comprender lo ocurrido en estas tierras a partir del 12 de octubre del Año del Señor con el número de 1492. Confieso que la primera vez que la escuché me generó un remolino de sentimientos, tal vez sea otro nombre, pero quiero mantener el contexto del elemento que trajo hasta aquí a los hombres de Cristóbal Colón.

Autor del texto: Marco Sarmiento

Escuche la canción 500 Latigazos, de Carota, Ñema y Tajá

Una vez más, el Cardenal Mayor como cariñosamente le decimos a Adelis, nos otorga otra canción de sentimiento colectivo. En ese tema, desde el primer sonido que rompe el silencio, nos hace reflexionar. Además, de lo oportuna que fue en su momento cuando se cumplía el V Centenario de uno de los episodios más trágicos de la Abya Yala (término usado por la etnia Kuna para definir al territorio que luego se conocerá como la América), la canción es una descripción sencilla y concreta de toda la historia que ya reúne 528 años.

Abya Yala

Una de las primeras acciones que hace un invasor, luego de destruir todo, es cambiar los nombres. Este vasto territorio fértil que el “mundo civilizado” no conocía, tenía sus pueblos, costumbres, tradiciones y una cultura de convivencia en armonía con su entorno. Uno de los nombres con mayor arraigo es Abya Yala. Las dos palabras que se pronuncian como una sola, significa “tierra madura”, “tierra viva” o “tierra que florece”.

La denominación de Abya Yala es propia de los Kuna o Cuna. Al respecto, Carlos Walter Porto-Gonçalves profesor titular del Departamento de Geografía de la Universidad Federal Fluminense de Brasil, nos dice que el pueblo Cuna es originario de la Sierra Nevada al norte de Colombia y habitaba la región del golfo de Urabá y las montañas de Darién y que actualmente viven en la costa caribeña de Panamá, en la comarca de Kuna Yala.

En la Enciclopedia Latinoamericana, Porto-Gonçalves, reseña lo siguiente:

“La expresión Abya Yala ha sido empleada por los pueblos originarios del continente para autodesignarse, en oposición a la expresión “América”. Si bien esta última había sido usada por primera vez en 1507 por el cosmólogo Martin Wakdseemüller, sólo se consagró a finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, cuando las élites criollas trataban de afirmarse frente a los conquistadores europeos en pleno proceso de independencia. Aunque los diferentes pueblos originarios que habitan el continente atribuyan nombres propios a las regiones que ocupan –Tawantinsuyu, Anauhuac, Pindorama–, la expresión Abya Yala viene siendo cada vez más usada por ellos con el objetivo de construir un sentimiento de unidad y pertenencia”. 

Es decir, los barcos de Colón –gracias a las habilidades del navegante Martín Alonso Pinzón- no llegaron al oriente del mundo, que era lo que se esperaban encontrar, sino que llegaron a Abya Yala. Este territorio con identidad propia fue objeto de uno de los genocidios más terribles que ha podido evidenciar la humanidad. Sin embargo, la imagen que nos han tratado de imponer, desde diversos textos escolares es que la llegada de los españoles fue pacífica, con un grupo de personas alegres de poder encontrar “nuevas tierras” y que portaban espadas y cruces porque dicha expedición era de los Reyes Católicos de España. Nada más lejano de la realidad.

Dibujar carabelas

En la educación primaria e incluso en el bachillerato es común -y lo digo en presente porque aún ocurre- la evaluación es dibujar las tres carabelas donde viajó Colón. Pues sí. No hay análisis del contexto, a menos que esa clase la dicte un profesor consciente de las circunstancias. Los niños y jóvenes deben “investigar” la forma de los barcos donde llegaron los españoles. Mientras tanto, los padres ayudan a dibujar y a pintar para que sus hijos cumplan con la asignación. Eso sí, no hay pensamiento crítico. Lo que importa es el dibujo.

Cristóbal Colón, navegante de nacionalidad incierta, logró el apoyo de la corona española para aventurarse al mar. Estaba seguro de una nueva ruta hacia el continente asiático. Para ello, usó tres embarcaciones con nombres muy amigables: “La Niña”, “La Pinta” y la “Santa María”, dos Carabelas y una Nao respectivamente. Según las fuentes, entre esos navíos, viajaron 90 personas. Esa era toda la tripulación de Colón, el cual había recibido varios títulos por parte de sus patrocinadores, entre ellos, el de “Almirante en todas aquellas islas y tierras firmes que por su mano o industria se descubrieren o ganaren en las dichas mares oceánas, para durante su vida, y después dél muerto, a sus herederos o sucesores, de uno en otro perpetuamente, con todas aquellas preeminencias y prerrogativas pertenecientes a tal oficio”. Le dieron un inmenso poder, a ciegas.

En sus viajes, escribió casi todo lo que vio y vivió. Cuando tuvo contacto con los originarios, relató lo siguiente:

Reconocí que era gente que se convertiría a nuestra santa fe con amor y no por fuerza, les di unos gorritos colorados y unas cuentas de vidrio que se ponían al pescuezo, y otras cosas de poco valor, que les dio mucho placer. Más me pareció que era gente muy pobre de todo. Ellos andaban todos desnudos como su madre los parió y también las mujeres”. Diario de Colón, relación del primer viaje. (Adaptación de www.cervantesvirtual.com).

Aunque los barcos negreros mencionados en la canción de Adelis, llegaron a América unos años después, el poeta usa dicho recurso para describir el horror de lo que ocasionó dicho viaje. Por eso dice en la segunda estrofa:

De no llegar esos barcos negreros habría otra historia para contar 

su dulce quena el viejo Atahualpa con Guaicaipuro viniera a tocar 

y el viejo y noble y viejo Taita Moctezuma junto a los Mayas viniera a luchar 

para que el viento no le consuma su eterno grito de libertad

¿Si no hubiese llegado Colón, cuál hubiese sido el destino de la Abya Yala? ¿Si no hubiese llegado Colón, con la ayuda del navegante español Martín Alonso Pinzón, qué hubiese sido de Europa? Esas respuestas jamás las sabremos. Lo cierto es que esa travesía no fue amigable. Ni en su desarrollo ni en su arribo ni sus consecuencias. Porque además de la muerte, el saqueo de las riquezas y el horror desatado por apoderarse de todo, los tripulantes de estos viajes que, desde 1492 fueron incrementándose masivamente, también trajeron cientos de enfermedades y calamidades que propiciaron cambios trascendentales en toda su extensión geográfica.

Ningún descubrimiento, fue un encubrimiento

Con los viajes de Colón, no hubo ningún descubrimiento, sino el encubrimiento de una cultura ancestral. En su diario, él mismo reconoce que sus pobladores no conocían las armas, porque cuando les mostraron las espadas, los originarios las tomaban por las hojas, cortándose. La fragilidad indujo a la avaricia, la muerte, el saqueo entre otros desmanes, desencadenando una desdicha inimaginable. Los mayas, mixtecas, mapuches-araucanos, caribes, yanomamis, quechuas, aimaras, aztecas, chibchas, guaraníes, ticunas, entre otras tantas fueron devastadas. Antes de la llegada de los invasores, se estima que en todo el continente habitaban 80 millones de almas.

A lo largo del tiempo, se ha tratado de solapar las atrocidades cometidas por los europeos. Cegados por el apego al oro, entre otros metales considerados preciosos, arrasaron con todo lo que se interponía en sus intereses. El escritor uruguayo Eduardo Galeano, autor de Las Venas Abiertas de América Latina describe detalladamente la tragedia. En pocas palabras: “Vinieron. Ellos tenían la biblia y nosotros teníamos la tierra. Y nos dijeron: ‘cierren los ojos y recen’. Y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la biblia”.

Muchos “historiadores” le confieren a estos sucesos un carácter religioso. De hecho, una de las obras de arte plástico más emblemáticas titulada “Primer desembarco de Cristóbal Colón en América”, de Dióscoro Teófilo Puebla Tolín, incurre en notable anacronismo.

En la obra, cuyo original reposa en el Museo del Prado Madrid – España, muestran la presencia de un fraile. Y eso no fue así. El lienzo, pintado en el año 1862, constituye uno de los modelos a seguir por otros pintores. Por lo que la imagen del Franciscano se siguió usando. Pero la verdad es que en el primer viaje de Colón, no viajó ningún religioso.

Otra obra de arte que quiero destacar es un mural del mexicano Diego Rivera. Titulada “La colonización o llegada de Hernán Cortés a Veracruz”, realizada en el Palacio Nacional del D.F. de México, nos muestra una diversidad de situaciones que reflejan el movimiento del látigo. En la pintura, también se muestra a la Malinche, a quien el artista la representa sin rostro. Una verdadera crónica gráfica de la realidad del choque cultural que hasta hace poco, muchos celebraban como el Día de la Raza.

Educar es una de las funciones sociales de la Canción. Por eso, la obra de Adelis cargada de sentimiento, ofrece una versión musical que nos aproxima más a lo que verdaderamente ocurrió. Además, al final, deja su mensaje antiimperialista porque aunque se han alejado los barcos, ahora el desafío es la amenaza del norte:

Ya se alejaron los barcos negreros 

todavía queda un dolor animal 

y por el norte se abrió un sendero

con nuevas penas para llorar.

 

Lcdo. Marco Sarmiento
Cultura / UPTAEB

Publicado por Luigino Bracci
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Solange
Solange
4 años atrás

Precioso artículo de Marco Sarmiento y muy conmovedora canción de Adelis Fréitez ! Abrazos humanos de una belga desde Lanzarote … !