“¡El Pendón de Pizarro tiene que ser conocido por la juventud! Hagan un plan para llevar el Pendón de Pizarro a todos los liceos del país, para que la gente lo vea. Porque es el símbolo más grande que existe en todo América de la victoria frente a un imperio, ¡no hay otro!”, instruyó este lunes el Presidente Nicolás Maduro desde el Parque Alí Primera en Catia, Caracas, donde presidió una actividad para la entrega de diversos espacios históricos, recreativos y deportivos en toda la nación.
Texto: VTV, Alba Ciudad, Revista Memorias
Destacó que este antiguo estandarte imperialista español se convirtió en trofeo de guerra de la victoria libertadora inmortal en la Batalla de Ayacucho. Recordó que Antonio José de Sucre, quien tenía 29 años apenas, “tuvo que llegar con el Ejército Unido Libertador -con nuestros abuelos y abuelas- para sacar al ejército imperial colonialista (español)”.
Sucre recibió el pendón en el Cusco, “un día como hoy, más o menos, el 28, 29 o 30 de diciembre, hace 200 años, luego que los pueblos indígenas aimara y quechua arrancaron el pendón de Pizarro, que estuvo 290 años ahí clavado, encima del Templo del Sol, templo sagrado del imperio inca de nuestros abuelos, y se lo entregaron en su mano como gesto de libertad, de victoria. ¿De la mano de quién? de los pueblos que habían sido esclavizados 300 años”, explicó el jefe de Estado.
“Búsquenme y díganme cuál es el símbolo más grande de la independencia y la libertad de América en 500 años. Es el Pendón de Pizarro y está en Caracas; está en nuestras manos y es el símbolo de nuestra victoria eterna frente a todos los imperios que han existido o que puedan existir, hoy, mañana o nunca”, agregó.
Historia gloriosa
Rememoró que Sucre decidió enviar esta reliquia a Caracas, para que el Libertador Simón Bolívar la recibiera como el símbolo de victoria frente al colonialismo español y la expulsión de sus garras sobre Suramérica. “Nuestros ejércitos unidos han cumplido, han libertado a Perú”, escribió el gran mariscal en una carta a Bolívar.
“Es la victoria más grande que ha habido en la historia de la humanidad, porque es un ejército que fue libertador, no fue a saquear ni a colonizar con las armas. Y nosotros, con las armas, nos liberamos pero no nos quedamos aquí y nos fuimos a a liberar a todo lo que hoy es Colombia, Panamá, Ecuador, Perú y a fundar Bolivia. Y después Bolívar convocó al Congreso de Panamá para unir a toda nuestra América en un solo bloque”, manifestó el presidente Maduro al relatar la historia gloriosa de la Revolución Bolivariana.
“Pero los gringos hicieron lo suyo: intriga, intriga, dijeron que Bolívar quería nombrarse emperador de América y salieron las oligarquías de Bogotá, Quito, Lima, Chuquisaca, Caracas, Valencia, la entrega de México, Buenos Aires y le echaron la partida para atrás”, lamentó.
Al ratificar que el Padre Bolívar sólo aspiraba a la unión de las nuevas repúblicas, planteó que de no ser por los contrarrevolucionarios, Suramérica y el Caribe fueran parte de un mundo nuevo.
“¿Qué hubiera pasado con el proyecto del Libertador si no hubiera sido traicionado? Seríamos una gran potencia de paz, de igualdad, de felicidad. No pudo ser hace 200 años, ¡pero hoy sí va a ser! Vamos a construir una Venezuela de potencia, igualdad, felicidad y una nueva civilización del amor, en los valores de Cristo redentor, en los valores de Bolívar y en los valores del que unió en un solo planteamiento doctrinario y en un proyecto de país todo. ¿Quién fue? Hugo Rafael Chávez Frías”.
El pendón de Pizarro: La Identidad Independentista
Texto: Tomasz Suárez Litvin, Revista Memorias #3, mayo-junio 2008
En un rincón del Palacio Municipal de Caracas reposa un pedazo de tela desteñida y deshilachada a la que pocos visitantes parecen prestar mayor atención. Es lo que ha quedado del “Pendón de Pizarro”, un estandarte traído por Bolívar desde el Perú, luego de la victoria obtenida en la Batalla de Ayacucho. Aunque su presencia pase desapercibida ante la mirada ocasional, y aunque la historiografía tradicional nos reporte con suficiente precisión las circunstancias de su arribo a Caracas, el pendón de Pizarro aún guarda misterios por develar. Uno de ellos es el del significado profundo que ese pedazo de tela pudo haber tenido para Bolívar, o, mejor dicho, para el espíritu libertador que lo animaba a él y a sus compañeros en la lucha por la independencia de América. ¿Qué tiene que decirnos ese objeto, hoy reducido a la condición de pieza de museo, acerca del espíritu vital que movió su traída a Caracas?
El trofeo
El pendón no estaba destinado a ser una simple pieza de museo. Al menos no fue esa la intención expresada en 1824 por Sucre cuando le escribió a Bolívar desde el Cuzco anticipando su envío: “Le hago a Ud. el presente de la bandera que trajo Pizarro al Cuzco trescientos años pasados: son una porción de tiras deshechas pero tiene el mérito de ser la conquistadora del Perú. Creo que será un trofeo apreciable para Ud.” Y en otra misiva insiste: “El estandarte con que Pizarro entró trescientos años pasados a esta ilustre capital de los Incas, lo remito a S.E. el Libertador como trofeo que corresponde al guerrero que marcó al ejército colombiano el camino de la gloria y el de la libertad del Perú.”
Sucre recalca la condición de trofeo que para él tiene el estandarte. Se trata de un símbolo de la victoria obtenida sobre los realistas en la Batalla de Ayacucho. Sin embargo, Sucre parece interpretar este acontecimiento no como simple victoria sobre Fernando VII, sino como una victoria sobre todo el proceso de conquista española simbolizado en la figura de Pizarro. Poco tiempo después Bolívar confirma esta interpretación: “Sucre es el padre de Ayacucho: es el redentor de los hijos del Sol: es el que ha roto las cadenas con que envolvió Pizarro el imperio de los Incas. La posteridad representará a Sucre con un pie en el Pichincha y el otro en Potosí, llevando en sus manos la cuna de Manco Cápac y contemplando las cadenas del Perú, rotas por su espada”.
En las palabras de Sucre y Bolívar se esconde la noción de que el sujeto que, en el siglo XVIII, se está liberando del dominio español guarda identidad con el sujeto que, desde el siglo XV, fue sometido a conquista. Esto, a primera vista, parece absurdo. Tanto desde el punto de vista étnico como cultural, individuos como Sucre y Bolívar guardan un vínculo mucho más estrecho con el pueblo español que con cualquier pueblo americano aborigen. ¿Qué sentido puede tener esta, aparentemente absurda, apropiación de la identidad de los pueblos originarios por parte de los independentistas?
El sujeto de la liberación
El examen de algunos hitos de la Guerra de Independencia de Venezuela revela que el proceso de liberación del dominio español va constituyendo paulatinamente la identidad del sujeto que se está liberando. El conflicto con España va segregando, decantando, distinguiendo una identidad antes inexistente. Al punto de que, en un lapso de sólo 15 años, lo que comenzó siendo una identidad inequívocamente española se transforma en una identidad americana que, incluso, pretende continuidad con la aborigen.
El acta firmada por el cabildo de Caracas el 19 de abril de 1810, nos ofrece una primera visión del ya mencionado sujeto. En dicha Acta la palabra “independencia” no aparece mencionada ni una sola vez. Quienes la firman se muestran como súbditos leales de Fernando VII —para ese entonces prisionero de Napoleón Bonaparte—, se reconocen como parte integrante de la Corona de España, y fundamentan su decisión de asumir directamente el gobierno de Venezuela sobre el hecho de haberse disuelto la Junta Suprema Central y Gubernativa del Reino —institución que en 1808 había asumido el gobierno en España para luchar contra los invasores franceses y restaurar a Fernando VII en el poder. Consecuentemente, el Cabildo logra la renuncia de Vicente Emparan, nombrado un año atrás Capitán General de Venezuela por el gobierno napoleónico de España, y forma un gobierno propio llamado Junta Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII. Las acciones bélicas que se desarrollan a continuación en Venezuela tienen, entonces, más un carácter de guerra civil que de lucha independentista. Tanto las provincias que se suman a la Junta Suprema Conservadora, como aquellas que reconocen la autoridad del Consejo de Regencia —sustituto de la Junta Suprema Central en España— declaran su apego y lealtad a la Corona Española en contra de la amenaza francesa. No parece estar en juego aún una identidad distinta a la española. Por el contrario, el conflicto parece una simple extensión del caos institucional y la crisis de legitimidad que envuelven a toda España.
Al cabo de un año la situación cambia. El 5 de julio de 1811 los representantes de siete provincias firman el Acta de la Declaración de Independencia de Venezuela. Con ello nace la necesidad de definir una identidad noespañola para la nueva nación; identidad que ya empieza a cobrar su forma incipiente en el mismo texto de la Declaración. El nombre elegido para el nuevo país —Confederación americana de Venezuela en el continente meridional— hace del suramericanismo la base general de la nueva identidad. El “nosotros” suramericano de la Declaración incluye “a todos los descendientes de los descubridores, conquistadores y pobladores de estos países”, de quienes afirma que han sufrido “indistintamente” la conquista española “por más de tres siglos”.
Pero cuando la Declaración entra a justificar en detalle la decisión de separarse de España, el “nosotros” muestra una cara distinta. Se afirma que Venezuela hizo todo lo posible por mantener “la unidad e integridad de la nación española” ante la amenaza napoleónica. Que intentó preservar “nuestra gran familia”, defender a “nuestros hermanos”, a quienes nos unen “dulces” vínculos de “amistad y de consanguinidad”. Fue la conducta deshonrosa de Fernando VII y los abusos de los sucesivos gobiernos españoles, lo que obligó a Venezuela a declararse independiente. No obstante, Venezuela sigue unida a España “por los vínculos de la sangre, la lengua y la religión”. En resumen, se trata de mostrar que la Declaración de Independencia no constituye un vil acto de traición a la nación española, la cual aún se sigue experimentando como propia.
Al caer la Primera República Bolívar asume la conducción de la guerra. Desde temprano asume también la tarea de separar definitivamente la identidad americana de la española; separación sin la cual parece imposible derrotar militarmente a España y concretar un destino propio para la América meridional. En 1813 Bolívar decreta la Guerra a Muerte a los españoles, de quienes dice: “Que desaparezcan para siempre del suelo colombiano los monstruos que lo infestan y han cubierto de sangre; que su escarmiento sea igual a la enormidad de su perfidia, para lavar de este modo la mancha de nuestra ignominia, y mostrar a las naciones del universo, que no se ofende impunemente a los hijos de América”.
Bolívar reiteradamente presenta a los españoles bajo una luz que hace imposible identificarse con ellos, ahondando, así, la brecha entre éstos y los suramericanos. En 1815 dice: “Más grande es el odio que nos ha inspirado la Península, que el mar que nos separa de ella; menos difícil es unir los dos continentes que reconciliar los espíritus de ambos países.” Por otra parte, la derrota ante los llaneros de Boves en 1814 le muestra cuán indispensable es que los descendientes de los pueblos originarios puedan reconocerse dentro de la nueva identidad suramericana.
Pero esto requiere que la historia y la lucha de estos pueblos sea asumida como propia por los independentistas. Por ello Bolívar intentará encarnar en su figura de líder las variadas y frecuentemente contradictorias aspiraciones del heterogéneo y falto de unidad ser cultural suramericano. Y será, precisamente, la unificación de esa heterogeneidad lo que constituirá el pivote fundamental del proyecto político bolivariano: “Todas nuestras facultades morales no serán bastantes si no fundimos la masa del pueblo en un todo; […] y el espíritu nacional en un todo. Unidad, unidad, unidad, debe ser nuestra divisa. La sangre de nuestros ciudadanos es diferente, mezclémosla para unirla […].” (Angostura, 1819).
El símbolo de la Des-conquista
¿Cuán sinceras habrán sido aquellas invocaciones a la lealtad hacia España, primero, y luego, a la hermandad con los pueblos aborígenes americanos? ¿Cuánta realidad habrá tenido ese sujeto abstracto de la liberación que habla a través de declaraciones, proclamas y discursos? Resulta difícil saberlo. Toda la historia posterior de Suramérica sugiere que, al menos en las clases dominantes, tales manifestaciones nunca fueron más que un ejercicio de hipocresía al servicio de la conveniencia política del momento. Pero, ¿habrá sido éste el caso de hombres como Sucre o Bolívar?
El pensamiento político de Bolívar indica lo contrario. Su aspiración de unidad del pueblo suramericano venía acompañada de otra aspiración fundamental: la superación de la condición envilecida a la que este pueblo había sido reducido por tres siglos de conquista. Bolívar constantemente insiste en dirigir todos los esfuerzos del Estado hacia la recuperación de la capacidad del pueblo para auto-gobernarse (es decir, para ser libre); capacidad que le fue sustraída por su larga habituación a la obediencia ciega y servil. Se trata de un proyecto bolivariano de Des-conquista de América: un monumental esfuerzo por revertir o deshacer los profundos daños morales y materiales infligidos al pueblo suramericano por los conquistadores. El pensamiento de Bolívar revela, así, una genuina identificación con aquellos que, desde el comienzo de la conquista, jugaron el papel de víctimas, de oprimidos, de expoliados y exterminados. Y es a la luz de este hecho quedebemos interpretar el significado simbólico que Sucre y Bolívar debieron atribuirle a la captura del Pendón de Pizarro.
La entrada de Pizarro al Cuzco, capital de los Incas, en 1533, la destrucción del Templo del Sol, la erección sobre sus cimientos de una iglesia cristiana, y la colocación del pendón sobre el altar de ésta, sellaron la suerte de los pueblos originarios de América del Sur.
Si alguien estaba en condiciones de ofrecer resistencia a la conquista española era el Imperio Inca, que para la época dominaba desde (lo que hoy es) Colombia hasta Argentina y contaba con 12 millones de habitantes —el doble de España. Sorprendentemente, el Incanato cayó ante un puñado de no más de 200 hombres; un misterio que la historia aún se esfuerza por aclarar. Así, pues, en Cuzco, lugar donde se aseguró definitivamente la Conquista española de Suramérica, quisieron Bolívar y Sucre que se asegurara definitivamente el proyecto de nuestra Des-conquista.
El pendón de Pizarro fue enviado a Caracas, cuna de dicho proyecto, donde permanece hasta el presente. Hoy, sin embargo, a menos de dos siglos de distancia, el símbolo yace convertido en pieza de museo —quizás en consonancia con la suerte que ha corrido el proyecto desconquistador.
Cronología: Larga historia de un Pendón
- Diciembre de 1530: Bautizo del pendón en Panamá la Vieja.
- Noviembre de 1533: Entrada de Pizarro al Cuzco.
- Abril de 1534: Pizarro sale del Cuzco a fundar nuevas ciudades. En Cuzco deja el pendón depositado en el altar de la iglesia cristiana construida sobre el Templo del Sol. Allí el pendón permanece casi tres siglos.
- Diciembre de 1824: Sucre recibe el pendón de manos de los cuzqueños luego de la Batalla de Ayacucho. Decide enviarlo a Bolívar.
- Mayo de 1825: Bolívar recibe el pendón estando en Arequipa. Decide donarlo a la municipalidad de Caracas, pero lo envía primero a Bogotá, para ese entonces capital de la Gran Colombia.
- Febrero de 1826: El pendón llega a Caracas.
- Abril de 1826: El pendón es exhibido por primera vez en Caracas en conmemoración de los acontecimientos del 19 de abril de 1810.