Es la primera vez que en Venezuela se celebra el evento conocido como Meeting of Style, que significa Encuentro de Estilos. El primero en realizarse fue en Alemania, en 1999, cuando varios grafiteros decidieron reunirse para llevar adelante una intervención artística de conjunto. Luego esa actividad se expandió por varios países, hasta que este año llegó a tierras bolivarianas.
Texto: Prensa MPPC (Marcos Teruggi / Fotos: Gustavo Lagarde)
“Creo que el arte es la expresión de los sentimiento del ser humano, de lo que te mueve internamente. Hay personas que son afortunadas de poder expresarlo, muchos no tenemos las herramientas para hacerlo”. Dice un vecino de 63 años de la parroquia Las Acacias, en Maracay. Carga una bolsa con las compras. Adelante suyo unos jóvenes están pintando una pared: tres palabras –a primera vista incomprensibles- de letras cruzadas, duras, enredadas, y un dibujo de fantasía. Todo con muchos colores, fuertes, brillantes.
“Es un mensaje visual para interpretar la intención de lo que el artista realiza. Cada uno lo percibe diferente”, agrega. Wilfredo Dávila –así es su nombre- defiende el grafiti. Explica que él comenzó a verlos en Maracay hace unos 15 años. Antes de eso sabía de la existía de ellos a través de las películas. “Con esto se deja de estigmatizar el arte del grafiti”, concluye y se queda mirando ese dibujo que representa una cabeza abierta al medio que encierra en su interior un mundo. O varios.
Es la primera vez que en Venezuela se celebra el evento conocido como Meeting of Style, que significa Encuentro de Estilos. El primero en realizarse fue en Alemania, en 1999, cuando varios grafiteros decidieron reunirse para llevar adelante una intervención artística de conjunto. Luego esa actividad se expandió por varios países, hasta que este año llegó a tierras bolivarianas.
Los principales impulsores de la actividad fueron dos grupos: la Fundación Urbano Aborigen y el colectivo DMC, un “crew”, como le dicen. Decidieron organizarse para darle impulso al evento. Con pocos recursos. Pero con las ganas y la experiencia aprendida de otros Encuentros, como los de Ecuador y Colombia.
“Lo importante es que esto es comunitario, colaborativo y autogestionado” señala Génova Alvarado, quien forma parte de la Fundación. Primero realizaron una preselección, donde los participantes se anotaron para comenzar a pintar el pasado jueves. Pero una vez empezado el evento se acercaron otros grupos a querer participar. Así, para el día sábado están reunidos unos 150 grafiteros, muralistas, pintores, provenientes de varios estados de Venezuela, pero también de Brasil, Argentina, Colombia, Estados Unidos y Canadá. Entre ellos varios colectivos como Antimantuan@s, Territorio Caribe, Bravo Sur y Tiuna el Fuerte.
En total pintan aproximadamente 25 paredes del barrio: tanto las fachadas de los edificios –con andamios de hasta 5 niveles-, como diferentes paredones abandonados, o fachadas de almacenes. Donde haya espacio disponible y un grupo con voluntad de pintar, se realiza la intervención. Pero no si antes conversar con los vecinos.
Porque el Encuentro busca fortalecer los lazos comunitarios, “dejar un saldo creativo y un saldo político”, como destaca Génova. Esto es algo que se ha desarrollado en la edición venezolana del evento, una búsqueda ausente en otros países.
Allí generalmente solo se trata de pintar paredes. O una única y gran pared. Pero aquí no. Por eso por ejemplo han transformado la antigua y abandonada casilla policial en una casa comunal. La han redecorado entera: murales, cuadros, muestras de esculturas, y una tarima para compartir al finalizar el día.Han buscado ir al encuentro con los vecinos. Y vario de ellos se transformaron en un apoyo para el evento, aportando principalmente con comida –para el sancocho colectivo- e iluminación. Vecinos con los cuales realizaron talleres –de esténcil, estampado de franelas-, conversatorios, y cuyos hijos participaron de murales.
Con ese aporte, más lo que cada grupo trajo de pinturas, lo gestionado por los dos colectivos organizadores, y un apoyo del Ministerio del Poder Popular para la Cultura, lograron poner en pie el Meeting, esa reunión artística en el corazón de Las Acacias.
Ángel Albornoz, de DMC, se refiere a lo que hacen como “arte público”: un arte hecho en la calle y de propiedad pública. Tiene autor pero es para quien quiera verlo, acercarse. Tampoco hay ganancia material sobre lo creado. Queda allí, “recuperan un espacio para la comunidad”, para el día a día de la vida en los edificios: los murales están dentro de los pasillos de Las Acacias, en las paredes que ven los vecinos al bajar las escaleras, al abrir sus ventanas, al ir al almacén.
Génova por su parte explica algunas de los estilos que se pueden ver: el grafiti conocido como wilde style –aquel por ejemplo que observa el señor que carga su bolsa de compras-, el realismo, la ilustración. Son muchas maneras. Algunas innovadoras, como la que lleva adelante un joven en una pequeña pared en la cual está construyendo un grafiti: 3 letras –REP, su firma- hechas con base de hiero soldado cubierto de yeso y cemento.
“Al principio los vecinos se rehusaron porque no entendían las letras, así que hicimos un trabajo de sensibilización, para que puedan encontrarse con este lenguaje”, cuenta Génova. Y se refiere también al otro primer rechazo, al nacido del prejuicio debido a sus vestimentas, pelos largos, aros, tatuajes.
“Con estas actividades se estrecha la brecha entre la comunidad y los jóvenes rebeldes, a quienes muchas veces nos dicen descarrilados, vagos. Ven que estudiamos, trabajamos de esto”, señala Ángel. Y sobre la comprensión o incomprensión agrega: “Muchas veces no se entiende pero gustan los colores. Además creo que el hecho de tomar una pared en abandono y que por ejemplo vengan chicos de otros países para poner sus firmas de manera tan artística y de calidad es algo importante. Cosas como estas hacen que crezca la cultura”.
“Ahí veo unas letras que no sé qué significan. También hay un pulpo o un árbol seco que está protestando. Es algo de que tengo que cuidar la naturaleza me parece”. Gisela González mira y mira. Mercedes Barradas afirma que es un árbol. Para prueba señala un arbolito allí plantado. Pero las letras tampoco las entiende. Inclinan la cabeza hacia un lado. Luego al otro. Como buscando.
Gisela tiene 57 años. Mercedes 77. Viven en uno de los tantos edificios de 4 pisos de Las Acacias. Ahora a pocos metros de ese mural. Cuentan que al principio pensaban que unos hippies les habían invadido la casilla policial, hasta que convocaron a una reunión y entendieron de qué se trataba la propuesta. Pero insisten en que les gustaría saber qué dicen las letras.
En el Encuentro hay un tema que recorre las obras. Un hilo que no es obligatorio pero que la mayoría han tomado para trabajarlo: la naturaleza y la identidad cultural nacional. “Incentivamos a que las propuestas fueran enfocadas en las tradiciones, las raíces venezolanas y latinoamericanas, con la importancia de las culturas originarias, la identidad que nos identifica como pueblo”, señala Ángel.
Entonces en las paredes hay muchos rostros: indígenas, negros, de pelos lisos, rizados, adornados, desnudos, y miradas, muchas miradas. El barrio se va transformando. Frente a una ventana vive ahora una mujer de varios metros meditando. Lleva en el cuerpo dibujos como antiguos. Parece en calma. Como la chica que subida en lo alto de un andamio pinta una cara de un niño venezolano, latinoamericano, tan de aquí.
“Hay que expandir lo que está pasando aquí, tiene que darse a todos los niveles, esto tiene incidencia comunitaria”, le explica Ramón Pimentel –muralista- al Ministro del Poder Popular para la Cultura, Reinaldo Iturriza, quien se encuentra recorriendo el Encuentro de Estilos junto a los organizadores, artistas, vecinos que se han sumado a la caminata.
Luego se dirigen a la casa comunal. Allí comenzaron los recitales: dos muchachas cantando con un cuatro y un violín, varios grupos de hip.-hop, improvisaciones. No falta mucho para que finalice el evento. El saldo es el que habían esperado. La primera edición venezolana está mostrando las potencialidades, la posibilidad de gestarlo desde una organización colaborativa y comunitaria.
Las Acacias ya no parece el barrio de dos días atrás. Ahora guarda la marca de varias horas de empeño en dibujar, pintar, crear. Tiene arte en sus paredes. Como tal a algunos les gustará, otros serán críticos –hasta negar que sea arte-, algunos seguirán preguntándose qué significan las letras, o se quedarán observando los rostros hechos por esos jóvenes barbudos, tatuados, que con sus aerosoles, sus expresiones modernas y urbanas, dan cuenta de las raíces venezolanas, latinoamericanas.