Este sábado 19 de diciembre a partir de las 5 de la tarde se realizará la presentación del libro “Papeles de la Demencia” escrito por el diputado electo a la Asamblea Nacional (AN), Jorge Rodríguez.
Texto: Correo del Orinoco, Alba Ciudad
La actividad tendrá lugar en los espacios abiertos del Teresa Carreño en Caracas, y estará a cargo del poeta Luis Alberto Crespo, además contará con la presentación musical de Antonieta Peña.
PRÓLOGO
A continuación presentamos el prólogo de Luis Alberto Crespo, titulado «Cuando la poesía dice no».
«De Jorge Rodríguez, quiero decir de Jorge Rodríguez Gómez, y sólo él, y además solo, sin el otro, el que se agobia de desvelos por la pasión de servir, es mi recuerdo de quien solía acercarse a las confidencias sobre la página escrita y su huella en nosotros durante las mañanas de diálogo que ocurrían en la Casa Nacional de la Letras Andrés Bello. Aún lo diviso entre los ojerosos lectores, casi a escondidas, la boca blanca de los silenciosos… En su mirada y en su imaginación los dones de un escritor puertas adentro. En ese entonces era el que ahora transito mientras averiguo las páginas de su nuevo libro. Sí, de ese Jorge Rodríguez Gómez, el del padre mártir, oriundo de la tuna y la colina ardida caroreñas que otrora mojara un río de miel de perezoso curso —como dice la voz anónima— que hoy sufre el agua pútrida del malamor de los suyos, vengo hoy pues de regreso con mis maneras de “desocupado lector” desde que me entusiasmaran aquellas páginas de sus narraciones obedientes al llamado “realismo sucio” en la escuela de Henry Miller, Bukowski o de pronto Raymond Carver. Ahora lo hago para escucharlo desconfiar del poema como salvoconducto, como la socorrida tabla CUANDO LA POESÍA DICE NO 6 de salvación que ostenta todavía el lugar común de la nomenclatura poética.
Se trata de Papeles de la demencia —y ya sabemos a qué nos invita ese valor del desquiciamiento de la conciencia, de cuya lastimadura interior sabe con holgura nuestro amigo—, esto es del no o, por mejor decir, de una escisión, acaso de una rectificación —para cambiar de angustia— sobre el tan anciano modo de creer en la poesía como un desiderátum, una inobjetable aliada de lo triste, la dulzura, la caricia, la ternura y sus máscaras, ay, no siempre frágil. Súbito, pasada la inquietud que el nombre mismo de estos papeles nos ocasiona, su autor pareciera advertirnos que cuando la poesía no encuentra ya sus vetustos valores en estos tiempos de abjuraciones estéticas y hastío sentimental, acude al borde de la azotea, al ahogo, a la punta del acero, para precipitarse sobre lo blanco de la página blanca. Muy cerca suyo, Tadeusz Różewicz, así lo entiende: tú sabes que estoy / pero no entres de repente / a mi cuarto / podrías ver / cómo guardo silencio / encima de una hoja en blanco. Tal desencanto, que se diría disenso del punto de vista soleado de Whitman, reclama más bien una poética —y no sólo una poesía— de la privación y, acaso, la estupefacción, muy lejos de su gnosis. ¿Qué responderle en estos días a la emoción inocente, al primer impulso de los sentidos y a su gusto por transmutar lo sordo, lo nulo, en lo precioso metafórico, en su elipsis? No volverán ya más las oscuras golondrinas de Bécquer; se ha roto el vaso donde desmayaba la flor de 7 Darío, cayó en desuso la fábrica surrealista del sueño mediúmnico tan caro a Breton. El curso de la nueva poesía se enfrenta ahora a sí misma y endereza su tortuoso camino hacia el ámbito —tan urbano, tan situacional y cosista— de los objetivitas norteamericanos de la estirpe de Lowell y de Oppen. Yo no sé si Jorge Rodríguez ha abrevado o siquiera presentido esta escritura y esta conducta, pero en el manuscrito que hojeo y ojeo con fruición descubro esa feligresía, esa obediencia a la soledad del ser ante sus emociones, como si al atender a la añoranza o al pasado crudo —libre del suspiro, ese artista del retoque— no privilegiase otra apariencia que la de la descarnadura y ya no la obstinación de que hablaba Yves Bonnefoy en La poésie et la gnose. Sí, ese desencanto suscita aquello que el viejo fabbro Du Bellay usara para desautorizar la poesía del neoclacisimo y el Parnaso hasta espetarle infelicidades de vano pasatiempo, largo error, escorpión.
«En Papeles de la demencia la revisión del instante y del ayer queda sólo con aquello que deteriora su adorno de añoranza o de nostalgia. Algo lo arruina, lo agrieta: la casa, la infancia, el deseo, los valores, la vividura en sí, acusan la roña y el decir de la vanidad, el fracaso, lo banal, lo fatuo, y ya no más para redorar la memoria, dejando oír apenas el monólogo del poema, doblado bajo la almohada el grito, suscribiendo nuevamente al poeta polaco cuando avisa que la poesía contemporánea significa lucha por respirar.
8 “Papeles”, como para destinarlos al viento o al escondrijo de las gavetas, llama Jorge Rodríguez a su manuscrito; y más luego cede “algunos poemas estelares”, no sé si con ánimo de una malocultada ironía, puesto que el cuerpo todo de estas confidencias no tropieza con ninguna otra entonación a lo largo del libro ni de su objeto último. De cualquier ángulo que se les mire, lo que predomina en estos poemas es una unidad tonal, bien que no temática: de pronto ocurre una como asordinada reelaboración del asunto, el cual se mantiene casi inalterable, esto es, fiel al deterioro que sufre la memoria en su revisión del instante y del ayer.
«Con este ánimo leo la primera mención a la Pandemia, suerte de borradura del desasosiego que se respira en la mayoría de las motivaciones del libro. Oyése allí cierto eco a Gustavo Pereira. “Provoca copiarlo enteramente: Ahora que ha desaparecido el sillón junto al teléfono el esplendor de los casquetes polares la cortesía, los modos y maneras la pipa y el silencio del psicoanalista Ahora que los labios están cubiertos por máscaras malolientes Ahora que ya no existe la sonrisa de mi padre 9 ni el tintineo de sus llaves contra la reja que anunciaba su llegada Ahora que no encuentro el zapato que dejé bajo la cama Me atrevo a pedirte a rogarte que te quedes. Mas predomina el poema relator de ruinas y de lo que ya no somos: los sueños que nos arrebataron. Hay iglesias sin dioses, casas donde murió nuestra infancia y persisten, no sin sarcasmo, atributos de automotor para mostrarse al mundo con mi pecho abierto sin radiador a cuestas, y hay el poema erótico con símil de hendija deltaica.
«El humor, como el descreimiento, asoma su mueca para corregir la escritura del haiku, ganoso de mostrarlo más certero, ineludible, / como el famoso golpe de Dim Mack / en 5 dedos de la muerte, y se atreve a regalarle a la política estos labios sellados. Desautorizar ciertos valores humanos mediante la reescritura del poema como verdad desértica pareciera ser la idea fija de Papeles de la demencia. El poema, a la luz de estos tiempos, lejos de restablecer el derruido 10 orden de nuestros valores, aspira, gozosa, a la página en blanco —ese alzheimer de la emoción— antivalor mallarmeano de sobrevivencia y consecuencia. Al caos de la tierra de los cactus y de los hombres embutidos de aserrín de Eliot, Jorge Rodríguez prefiere las estrellas desaparecidas. Pero cuida, eso sí —y basta con buscar en el libro no pocas motivaciones de reconciliación, de dulzura y caricia— que no medre el descontento frente a lo real y su desierto».
Buenos días. Estará próximamente disponible en PDF. Mis alumnos me lo están pidiendo?