Little black dress es el término con el que se hace referencia en el mundo de la moda al vestido negro, corto y versátil que, como dijo Coco Chanel, es el “zenit de la elegancia en el armario de cualquier mujer”. Sin embargo, en la actualidad no hay vestidos para todas las mujeres, igual que no hay tallas para todos los cuerpos, y mucho menos hay cuerpos para todos los medios.
Texto: Correo del Orinoco
Yolanda Domínguez nos muestra esta realidad a través de una galería de imágenes en la que mujeres de todas los cuerpos, razas y edades visten el mismo traje negro de la talla 38: “Gran parte de mi trabajo es una crítica a la representación de las mujeres en los medios, que suele ser muy estereotipada. Con esta exposición quiero visibilizar la diversidad de cuerpos femeninos”, explica la fotógrafa al Público.
El vestido representa el estereotipo, la diversidad construye la realidad: el traje en algunos cuerpos queda estrecho, en otros sobra, queda ancho; a algunas ni le entra y en casi ningún caso se adapta a la figura de quien lo luce. Pero todas las mujeres que lo llevan mantienen una actitud desafiante ante la cámara que transmite una misma idea: “Yo no soy el problema, el problema es la sociedad”.
La talla 38 es “la talla en la que se presentan las colecciones y se crean las editoriales y los catálogos de ropa” explica la artista. Añade que no solo afecta al mundo de la moda: también llega a la televisión, al cine e incluso al medios como la prensa: “Es muy difícil ver mujeres mayores, de otros rasgos que no sean caucásicos o de otras tallas con un papel protagonista en cualquier plataforma mediática. Y esto es muy peligroso porque transmite el mensaje de que si no cumples el estereotipo no podrás tener éxito en la vida”, apunta.
Este mensaje “afecta muchísimo a las mujeres” dice la fotógrafa, “llegando a odiar nuestro cuerpo, dejando de comer o haciendo toda clase de locuras para dejar de ser quienes somos y parecernos a una imagen que no nos representa”. Denuncia que “a las mujeres los medios nos representan sólo como cuerpos, lo que nos deja incluso fuera de la categoría de personas. No se puede empatizar con un trozo de carne, y los medios difunden la idea de que las mujeres sólo somos eso”.
Interesa mantener estos estereotipos porque “conviene económicamente” declara la artista. Señala que, por un lado, hay un código ya aceptado socialmente que entiende esta imagen como la normal. Y por otro lado, apunta que el deseo de llegar a ese cuerpo hace que las mujeres compren muchos productos para encajar en el grupo: “Hay toda una industria que se alimenta de nuestra vulnerabilidad, es muy retorcido. En lugar de hacer felices a las personas, las empresas hacen caja haciéndote infeliz” apunta Domínguez.
Por esto afirma que tenemos que aprender “a leer las imágenes y a filtrarlas”. Presentar imágenes que muestren la diversidad femenina es una acercamiento a conocer la realidad, dejar de avergonzarnos de ella y comenzar a aceptar los cuerpos.
La fotógrafa también incide en que la responsabilidad del cambio está en las marcas y en los medios de comunicación: “Quienes tienen la responsabilidad son quienes generan ese imaginario porque esas marcas sí tienen libertad para generar la imagen que quieran, pero quienes reciben una comunicación basada en estereotipos no pueden elegir”.