En Caracas, antes del primer rayo de luz, al amanecer, ya rebeldes ondas comienzan el bullicio eterno que caracteriza la ciudad: el canto de las sirenas de policías y de ambulancias. La Sultana del Ávila se levanta antes de las cinco de la mañana, inclusive este miércoles 25 de julio cuando cumple 450 años de fundada.
Texto: AVN
La otrora ciudad de los techos rojos, suena a reporte de tráfico madrugador, y a “una Venezuela educada que me regale los buenos días”, según el pregón de los vendedores ambulantes del Metro.
Caracas aplica, según la geografía urbana, como una ciudad global tipo Beta, por sus indicadores humanos e infraestructura.
El bullicio eterno lo componen cornetas de carros, chillidos de guacamayas, ruidos de motos, todo interrumpido de vez en cuando con un grito desesperado: ¡Agárrenlo, agárrenlo!
Mariely Valero, periodista y cantante, con discapacidad visual, considera que en las mañanas Caracas suena a gente trabajadora.
Proveniente de los Andes, del estado Trujillo, la presentadora y directora del programa Entre Iguales, transmitido por la televisora estatal VTV, resalta el contraste sonoro entre un lugar tranquilo y una metrópolis como la ex sucursal del cielo.
“Cada quien percibe las cosas, la realidad, también a partir de su propia personalidad. Para mí, Caracas suena a gente amable. A música, a merengue rucaneao, a algarabía. Es un mosaico que se expresa en diversos sonidos”.
Depende del lugar donde te encuentres los sonidos serán distintos. En el pico Naiguatá, el punto más alto del Waraira Repano, a 2.765 metros de altura, se puede sentir como una bruma, la vibración, la respiración, de la cuna de Bolívar.
Para quienes no pueden ver —dice Valero— el sonido sirve de ubicación y de contexto: “Imaginas los espacios y la gente. No se oye igual La Estancia (museo de PDVSA en Chacao) que la Plaza Bolívar. Mientras en la primera se percibe tranquilidad, la segunda suena a gente enamorada de una ideología que ha venido a romper esquemas”.
Y es que Caracas, centro de la discusión política nacional suena a marcha y a contramarcha. A Revolución constante y a golpe de Estado continuado. A debate apasionado diario. A gingle político pegajoso. “Oh, eh, oh, he, ho, la Constituyente va”…
Hans Loretto, director de la Orquesta Sinfónica Juvenil Juan Bautista Plaza, tiene casi una década viviendo en la capital, viene de Calabozo, estado Guárico.
Lo que más le gusta es el ritmo y la fuerza de esta maravillosa y hostil tierra de 1.930 km² que actualmente alberga a más de dos millones de personas.
Los niveles de ruido durante las “horas pico” son abrumadores.
“O te despiertas y te pones las pilas o la ciudad te come”, reflexiona el joven músico.
Destaca que no es necesario tener oído absoluto para identificar decenas de sonidos en solo un momento, si se escucha con atención.
“Debajo de sonidos muy urbanos y caóticos, se pueden conseguir cantos de pájaros, niños jugando o música a lo lejos”.
A pesar la crisis, Caracas aún suena a oportunidad. Se puede oír en acento italiano, español, portugués, chino, colombiano, árabe y haitiano, en cualquier comercio.
Pero, sobre todo, suena a piropo cimarrón dedicado a unas caderas indómitas: “Sólo te falta una cosa para ser hamburguesa especial”.