En el marco de la Feria Internacional del Libro de Venezuela (Filven), formadores de la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez contaron, este viernes, sus expectativas acerca de los huertos escolares (unos cien en total) que se desarrollan en todo el país. Estas experiencias buscan transformar conciencias, al mismo tiempo que fortalecen la soberanía alimentaria. El conversatorio, bajo el título “Universidad Socioproductiva”, se realizó en la sala César Rengifo del Museo de Bellas Artes. Allí, varios docentes contaron que a través de los huertos escolares, los alimentos dejan de ser mercancías, y vuelven a tener el valor simbólico y espiritual que le daban los pueblos originarios.
Texto: Prensa MPPC (Laura Farina) / Fotos: Milángela Galea
“Aprendemos haciendo, compartiendo y sintiendo” es uno de los eslóganes con los que presentaron este trabajo que va dirigido a maestros y maestras de los más pequeños, pero que principalmente intenta llegar al alumnado.
Como los huertos se realizan en espacios abiertos, en primer lugar, a los niños “les estás dando un espacio de libertad que ellos añoran; y en segundo lugar, ellos se asemejan más a esta propuesta porque originalmente somos integrales y somos soñadores. Entonces, hemos tenido más receptividad en los niños que en los propios docentes”, explicó Hilda De Stefano, docente de Agroecología de la Universidad.
Los beneficios de este tipo de producción a pequeña escala son principalmente: convertir a las personas en prosumidores ˗consumidores que producen˗, elaborar alimentos sanos, frescos y económicos ˗sanos porque no se usan agroquímicos, frescos porque van directo de la tierra a la mesa, y económicos porque se ahorran cadenas de valor capitalista˗, fortalecer las economías locales ˗se emplean a quienes están desocupadas, se generan ingresos propios˗, transformar espacios desaprovechados y utilizar recursos subutilizados ˗como el agua de lluvia o los desperdicios orgánicos, que representan el 60% de la basura de la ciudad˗.
De esta forma, incentivando a los chamos, también se logra llegar a las familias. Ya que esta práctica productiva puede trasladarse al hogar y a los sitios de trabajo. Y no sólo en el campo, también puede ser repetida en las ciudades, en las terrazas de las casas o en pequeños espacios urbanos. Con herramientas sencillas y huertos chicos, se pueden cultivar hortalizas, plantas medicinales y especias.
Otro de los docentes, Juan Fernández, explicó que el mundo está pasando por una crisis alimentaria, que se trata de una abundancia de alimentos, pero mal repartidos. Mientras las empresas tiran toneladas de productos que no se venden, millones de personas sufren hambre. Esta contradicción se debe al sistema de producción en el que vivimos, que se basa en grandes ganancias para pocos y pobreza para la mayoría.
Los veinte oyentes que presenciaron la charla sólo tuvieron tiempo para hacer par de comentarios referidos a la necesidad de que el sistema educativo público transforme sus desarrollos curriculares según la necesidad de formar a los niños en la producción agrícola.
Hilda De Stefano apuntó a que la cultura alimentaria viene impuesta como patrón de consumo. “Tenemos una demanda a la Tierra que es excesiva”, expresó, eso hay que ir modificándolo con la formación y con la práctica cotidiana.
Desde la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez están apuntando hacia esa transformación mediante los huertos escolares y el programa “Manos a la siembra”, los cuales buscan producir alimentos y conciencia en equilibrio con el planeta.