En esa búsqueda constante de una historia de la historieta nacional, propia y sin “superhéroes”, es inevitable terminar sentado al frente de Carlos Galindo, conocido como “Sancho”, seudónimo que le puso el poeta Andrés Eloy Blanco y con el que firmó sus caricaturas por más de 50 años en la prensa nacional, trabajo duro que alguien tenía que hacer y que nadie más ha hecho.
“Cosas veredes Sancho”, dice la frase atribuida al Quijote, que en el testimonio de Galindo significa haber sido testigo de la dictadura militar y democracia representativa, etapas políticas con problemas sociales que coparon el tintero de una carrera aún inacabada. “El primer dibujo que yo hice fue el ojo de un conejo, que se lo hice a un ebanista en Barcelona, en un mueble, un escaparate. Me pagaron cinco bolívares”, recuerda Sancho, sobre quien en el diario El Nacional publicó una nota titulada “El niño prodigio de Barcelona”, por su virtuosismo en la pintura con apenas 12 años de edad, cuando quería ser un gran pintor.
Nació en la capital del estado Anzoátegui el 4 de noviembre de 1928 y a los 13 años se mudó a Caracas. Como estudiante del Liceo Andrés Bello irrumpió en la oficina de Miguel Otero Silva para pedirle que le dejara colaborar en el semanario humorístico El Morrocoy Azul, en el que publicó su primera caricatura, que fue motivo de risas en el restaurante El Pachano, en la esquina El Muerto, donde frecuentaban iintelectuales como Rómulo Gallegos y Gustavo Machado. “Estaban gozando con una caricatura mía. ¡Imagínate, yo tenía 15 años! Llegué a la casa y me acosté, estaba soñando, toda Venezuela viendo mis dibujos”.
Un editor se atrevió a llamarle “Quijotico”, porque a su corta edad quería hacer una costosa revista de 32 páginas, pero el poeta Andrés Eloy, con su sapiencia, dijo que realmente se trataba de un “Sancho”, quien fue “el verdadero protagonista del Quijote”, pues no andaba confundiendo gigantes con molinos de viento. “Él es práctico, sigue al Quijote porque le ofreció una gobernación en la ínsula Barataria”, y después de escuchar al poeta, “a la semana siguiente, estaba firmando como Sancho”, relata.
Desde 1946 fue ilustrador en la revista Élite e historietista en la revista Tricolor. El 19 de abril de 1951 comienza a publicar sus “Cartones de Sancho”, en una época en la que “como no existía la televisión, la prensa sí era importante, y dentro de la prensa yo me hice muy importante, por ser el único caricaturista”, debido a que únicamente Últimas Noticias publicaba dicho género de opinión. “Tan famoso me hice que en 1953 me dieron el Premio Nacional de Periodismo”, galardón que precedió a otros dos otorgados en 1989 y 2007.
El cuento del Gallo Pelón
Sancho nunca renunció al proyecto de la revista por la que se ganó su seudónimo y recuerda que alentado por el premio creó El Gallo Pelón, publicación humorística quincenal de 32 páginas, a todo color, que se mantuvo durante 30 años. “Desde que salió fue un éxito, al poco tiempo superó a Élite, que tenía 25 años en el mercado”.
El Gallo Pelón contó con la colaboración de importantes caricaturistas y abrió la brecha para el impulso del género del humorismo gráfico que prosiguió con las publicaciones Martín Garabato (1958), Cascabel, Dinamita y Lengua Larga (1964), en una etapa cuando “el humorismo era muy sano y era humor de verdad, el que se hacía en Venezuela, en la Argentina, México, Europa”.
Ese sentido del humor también se halla en sus vivencias, publicadas en el libro autobiográfico Parece que fue ayer (2012), en el que relata anécdotas cómo la ocurrida en el velorio de Mario Briceño Iragorry, cuando el ex presidente Eleazar López Contreras se quedó dormido sobre su hombro o la de cómo conoció al político colombiano Jorge Eliécer Gaitán, mientras Jóvito Villalba se le escabullía por la deuda de un afiche de la campaña electoral de 1945.
Precisamente fueron los personajes del puntofijismo quienes le inspiraron a hacer “La Patota política” (1962), tira cómica publicada diariamente durante 10 años en Últimas Noticias y 2001, que registraba los hechos políticos que acontecían en el país en forma de historieta, protagonizada por el presidente, ministros y líderes partidistas, y que el caricaturista considera que ha sido un tipo de producto que en este país no es valorado por la llamada “gran prensa”.
Si ladran es que cabalgamos, Sancho
A esta visión editorial y el tipo de censura que la acompaña se enfrentó el dibujante en El Nacional, cuando en 1964 publicó una caricatura de Arturo Uslar Pietri y Jóvito Villalba en el semanario Dinamita, en la que ambos políticos, dibujados con apariencia canina, se pelean por un par de huesos con nombres de ministerios. “¡Más vale que no! Llegó Uslar, más que Jóvito, y le planteó a Miguel Otero Silva: ‘O Sancho, o nosotros’…”, y el asunto se resolvió con su salida del rotativo y la interrupción del semanario, de donde salió para dirigir la revista Venezuela Gráfica.
Sin embargo, nunca abandonó su carácter entusiasta. “Las cosas que yo hacía, yo mismo no sé ni cómo las hacía, era como si una fuerza me impulsaba a hacerlo” y con ese ímpetu emprendió proyectos relacionados con el dibujo animado, creó al personaje Don Prudencio (1975), que hoy es una fundación para el fomento de valores ciudadanos y en 1964 creó la academia de dibujo Estudios Sancho, que suma 50 años formando caricaturistas, además, publicó sus libros Cartones de Sancho, La Patota Política, Pobre País, De Pérez Jiménez a Hugo Chávez, Todo tiempo pasado fue peor y diseñó la propuesta, aún vigente, de crear el Museo del Humor y Costumbrismo Venezolano.
“La época mía fue muy difícil, el único periódico que tenía caricatura fue Últimas Noticias, todos los demás eliminaron a los caricaturistas”, recuerda respecto a la censura, condición que sopesa con el tiempo actual cuando se ven contenidos de este tipo “inexplicables” en la prensa nacional. “Cosas que no funcionan, pero que se promocionan bastante bien”, señala.
De las razones que Sancho tiene sobre la caricatura
El caricaturista considera que actualmente en la prensa “hay una crisis, pero no creo que sea nada más de la caricatura”, sino que se trata de “una crisis de pensamiento. Pero eso es inducido. ¿Quiénes lo están induciendo? Los norteamericanos”, advierte.
“¿Qué es lo que vale en la caricatura?”, reflexiona y se responde, “Es el mensaje. Y en la época mía era bastante difícil”, resalta sobre todo al tomar en cuenta que su trabajo mostraba las contradicciones del bipartidismo y el clamor popular ante los problemas sociales.
“Las caricaturas eran políticas porque yo las hacía con los problemas, los huecos de Caracas… cómo debería ser, no eran personalizadas”, señala quien a comienzos del siglo XXI, luego de 50 años, decidió culminar la publicación de sus “Cartones de Sancho” por diferencias con la línea editorial del diario 2001.
“Si yo empezara ahorita de nuevo, sería guerrillero”, dice con el mismo ímpetu de siempre, con el que se manifiesta firme admirador de Hugo Chávez, a quien conoció personalmente y retrató en las caricaturas con las que participó en el evento Humor en la tinta República, organizado por Fundarte (2005). “Yo viví seis años de Juan Vicente Gómez, de López Contreras todo su período, Medina Angarita, yo no he visto un político más brillante que Chávez”, expresa.
Ganador del premio SIP-Mergenthaler, otorgado por la Sociedad Interamericana de Prensa (1976), seis premios municipales de periodismo e igual número de órdenes de mérito al trabajo, placas y medallas honoríficas, Carlos Galindo suma más de 70 años de vida artística y un tintero lleno de muchas anécdotas de nuestra historia contemporánea. Cosas veredes de verdad verdad, Sancho.
Fue mi profesor de diseño, y caricaturas en sus Estudios Sancho.