¡Ah, mi señora! Mírate las venas misteriosas;
boga en el agua viva que allí dentro te fluye;
y ve pasando lirios, nelumbos, lotos, rosas;
que ya verás, inquieto, junto a la fresca orilla,
la dulce sombra oscura del abuelo que huye:
el que rizó por siempre tu cabeza amarilla.
Nicolás Guillén. “El Abuelo”.
El origen del ser humano corre por sus venas, la sangre es testigo de todo lo que ha ocurrido en la historia de la humanidad y por eso nuestro ser, guarda las claves para descubrir el por qué de lo que somos. África es la madre cultural de todos nosotros, la maravillosa mezcla de Nuestra América no sería sin los saberes que los hijos e hijas de ese noble continente sembraron en nuestro suelo.
Son dos fundamentales legados culturales: el ibérico, que enmascara la poderosa contribución de los pueblos árabes; y el legado proveniente del corazón del continente madre, el África subsahariana, abonado con la sangre de nuestros padres y madres esclavizados por el imperialismo europeo. Muchas expresiones musicales, así como nuestra gastronomía, por ejemplo, son evidencia de la confluencia de la cultura africana, la ibérica, que por ocho siglos se nutrió de la influencia árabe y la cultura de nuestros pueblos originarios.
La nutrida raíz cultural africana en nuestro continente podría ser aún más profunda, si tomamos en cuenta las investigaciones, de arqueólogos, antropólogos e historiadores, que apuntan a un intercambio anterior a la llegada de los colonizadores entre los pueblos del sur del planeta, desde el siglo III al siglo XIII, mientras Europa languidecía en el oscurantismo de la llamada Edad Media.
El estudio de las sociedades humanas, asegura que el origen de nuestra especie reside en el continente africano. El término afrodescendiente, por tanto, refiere a formas específicas de expresiones y elementos constituyentes de las relaciones sociales que han influido directamente en los pueblos cuyo desarrollo histórico ha gozado de la influencia directa de la cultura africana. En nuestro caso, los elementos, rítmicos, gastronómicos y fenotípicos heredados de los pueblos africanos afirman a la afrovenezolanidad como una realidad colectiva.